La Navidad siempre entra a trompicones aunque al final le abrimos paso y dejamos que se instale en nuestras vidas de cualquier forma.
En la mía, en forma de recuerdos, figuras de barro desgastados, adornos en el fondo de una caja de cartón, postales con deseos de amor y paz escritas con buena letra, cartas dirigidas a Magos en las que se reflejaban las ilusiones.
Siempre pensando que en estos días se podía ser aún más bueno y más solidario.
Esperando nieve, esperando una estrella, una señal, esperando la magia.
Magia efímera, pues todo vuelve a la caja de cartón, guardada en un rincón del trastero.
Los buenos deseos, las ilusiones, las cartas de paz y amor, la magia, esperarán hasta la próxima Navidad.