miércoles, 27 de mayo de 2020

TIEMPOS EXTRAÑOS 2020



AÑO 2020.  TESTIMONIO SOBRE UNOS TIEMPOS MUY EXTRAÑOS.

Nadie imaginaba que éste mundo tenía que pararse,  que a estas alturas de nuestra civilización,  la sociedad tenía que retroceder.
Todo comenzó cuando a finales del año pasado surgió algo extraño, allá por tierras Asiáticas, en China, donde Buda es venerado, entre otras cosas,  para que calme las aguas turbulentas, al igual que antaño cuando destrozaba los barcos que navegaban por el río.
Allí precisamente, surgió.
Mientras tanto en el resto de países, ajenos a todo,  celebrábamos el año nuevo, un año lleno de esperanzas y buenos deseos que muy pronto empezarían a esfumarse,  no pasaron ni dos meses del estrenado e ilusionante año  que  todo cambió.
Una pandemia se extendió, nos azotó, nos rompió,  atacó al ser humano de una forma muy cruel.  Desprotegidos por el desconocimiento de semejante virus, jamás antes conocido, grandes expertos estudiaban, hacían pruebas,  ¿Qué hacer?   La humanidad de un lado para otro dando tumbos, sin saber si hacer caso a unos u otros.
Demasiadas personas enfermas, en poco tiempo, sin tratamientos específicos, sin medios suficientes.  Poco a poco nuestros gobernantes, desorientados, tomaban medidas sin saber muy bien donde dirigirse, sin saber a qué se estaban enfrentando.
Aislamiento social,  algo que en principio parecía lo más efectivo para evitar contagios.  El mundo encerrado en casa,  como si el aire que respirábamos estuviera contaminado por un virus letal.  Cada persona, cada familia, paró sus vidas,   se paró todo.
El problema más grande fue  la realidad del exterior,  lo más nefasto los medios de comunicación que lejos de informar, alimentaban nuestro miedo y odio,  las redes sociales extendían bulos y continuamente insultaban a los políticos de cualquier color o ideología.
Poco a poco nos fuimos adaptando a esta nueva situación, las cifras de muertos y contagiados crecían y crecían cada día, y así llegó el fatídico momento en el que esos números se convirtieron en personas conocidas y queridas.
La tristeza y el miedo, fueron las emociones que más experimentamos durante el encierro en esos días. Miles de contagiados, enfermos graves que suplicaban atención médica, los hospitales saturados, un horror, muchos pensamos en la peste, o la lepra,  era horrible.

 Personas con nombre y apellidos,  algunas más graves que otras,  aunque tuviesen la mejor de las familias y las amistades más fieles, estaban solas, aisladas.   Sí,  la soledad era la aliada de tanta gente,  que no sabían ciertamente si mañana estarían vivos.
 El único contacto era con el personal sanitario que iban envueltos en trajes de astronauta, sin apenas distinguir bien las caras y con la voz distorsionada, aún así su vida estaba en manos de esas desconocidas personas, que cuando abandonaban la estancia, se deshacían de los incómodos atuendos, ya que podían portar el virus mortal por eso las visitas eran las justas y necesarias, por su parte.

Los enfermos otra vez solos en su pequeño habitáculo, sin ganas de ningún contacto con el exterior, ni siguiera de los mensajes más dulces de sus seres queridos, ni de los de ánimo, o de los de interés por su estado. Más bien sus pensamientos estaban en la supervivencia.  A veces en su propia trayectoria, toda una vida creciendo como persona, formándose, trabajando, para conseguir un estatus social importante, cuando más cómodo podían vivir, cuando ahora tocaba vivir,  de pronto,   nada carecía de valor, nadie podía salvarlos.  Darían todo lo que tuvieran por su vida, darían todo por el cariño de sus seres queridos.  En la más dura de las soledades, fueron pasando los días.
Muchos de ellos fueron superando la enfermedad,  todo quedó en malos recuerdos,  en agradecimientos y en unas dedicatorias en modo corta pega, para salir un poco del paso.  Recuperar su casa, su familia,  sus espacios, sus libros, en definitiva sus vidas,  fueron la mejor de las terapias.
 Pero, por desgracia, muchos cuerpos se quedaron en el camino, mientras el resto de las almas se lamentaban de semejante desgracia.

Nunca llegaremos a saber la verdad, ni sabremos las miles y miles de historias y dramas familiares que se han vivido y que aún se están viviendo.

Ponerme  en el lugar del Gobierno, en el de la oposición, en el del personal sanitario, en el de los enfermos, las familias, los curados,  me ha servido para entender todo lo que he sentido y vivido en estos dos últimos meses, me ha servido también para recordarme, que en un segundo, tu vida puede cambiar y que nada es  para siempre, ni siquiera nosotros mismos.
Siempre he amado a la naturaleza, pero ahora la veo con otros ojos,  se aprecia más,  por fin ha respirado y no se ha visto maltratada e invadida por el ser humano, y el resultado en éste tiempo de pandemia ha sido espectacular.
 También en millones de hogares llenos de familias se ha crecido, muchos niños han podido estar con sus padres  juntos sentados en la misma mesa, de tertulia o de celebración o de trabajo,  sí,  en casa, como hacíamos antes.
 Todo me transportó a mi infancia, a como vivíamos, sin exigirnos tanto, de una forma muy sencilla y humilde, con menos recursos.

Todavía queda mucho camino por recorrer, toca aprender a vivir de otra forma,  trastocar muchas costumbres, muchos hábitos, lo importante ante estos cambios siempre será la actitud con la que los afrontemos.
 He deseado mil veces, que algunas personas, puedan cambiar la perspectiva de la vida, pero la verdad que no tengo derecho ni siquiera a pensarlo, ya  que el cambio está en uno mismo.
Podemos tener muchas personas a nuestro lado pero al final quien vale de verdad es uno mismo, la persona que más te puede ayudar o te puede querer en momentos tan duros, eres TU.
Es importante que aprendamos a amar la soledad, y también la tristeza, igual que la alegría, o la compañía, ya que en cualquier momento, tengamos que volver a convivir con ellas.

CHARO GOMEZ GONZALVO
MAINAR 26 DE MAYO DE 2020

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