Paseos cortos o largos pero siempre con él .
Cada camino recorrido era un sinfín de emociones y sensaciones.
Según la posición del sol, el paisaje tenía brillos distintos. Increíble poder apreciar desde los altos como el aire movía las futuras mieses, aún verdosas, igual que el suave terciopelo, que cambia su tonalidad al pasar la mano sobre él.
Ese olor a humedad que desprendían las hojas caídas de los chopos, en otoño, después de la lluvia. Un olor imposible de olvidar.
El sonido de nuestras pisadas sobre los restos de carrasca que adornaban el camino hacia el Pinar.
Allí en el Pinar, buscando piñas y musgo, como si fuesen tesoros escondidos que teníamos que descubrir y que una vez rescatados los poníamos en grandes cestas guardadas a buen recaudo, en el maletero de nuestro coche.
Como premio a tan grande hazaña, unos ricos quesitos y algo de pan para reponer fuerzas antes de marchar.
Las suelas de los zapatos impregnadas con aromas de tomillo daban al interior del pequeño vehículo un toque a naturaleza que a la vez ocultaba ese olor a nuevo que tenía ese fantástico R-5.
Ya en su interior, dispuestos a recorrer otro apasionante camino, esta vez sentados y escuchando sus autores preferidos, uno de ellos, José Luis Perales, cuyas canciones podíamos tararear sin problemas ya que eran habituales.
Así eran los paseos con mi padre, en los que siempre nos hacía sentir importantes, y en los que nunca queríamos volver.
Esperando otro domingo, esperando volver a oler esas mezclas maravillosas, esperando a escuchar sus historias y sus percepciones, y como no, escuchando su música favorita dentro de aquél maravilloso coche dónde todos éramos importantes.
Cancion de José Luis Perales.
https://youtu.be/nVwnkXrMH6Q
Lo que siento lo escribo sin pensar, luego, pienso en lo que he escrito para ver cómo me siento.
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