Tan sereno como apuesto, acercaba a las gentes los mensajes más importantes, los recados más esperados y las noticias más deseadas. No sólo emisario, diversos oficios ocupaban gran parte de los momentos de su apasionada vida.
Igual que el flautista de Hamelín arrastraba a los niños del lugar con su dulce sainete, miles de historias, canciones y cuentos, embelesaban a las criaturas que no querían separarse de él. Amigo de sus amigos, y amigo de sus enemigos, lanzaba cada palabra a tiempo y en su tiempo. Al ser promotor de todos los eventos de la Villa le hacía ser recibidor de todas las críticas buenas y malas. No le importaba, el seguía en su buen hacer. Chancero en los momentos de jolgorio daban el toque de chispa y diversión a los asistentes, que contrastaba con su seriedad en los momentos más solemnes.
Asi era el emisario.
Aquel que no le importaba arreglar un viejo reloj, afeitar y cortar el pelo a los enfermos, ser el Sacristán, y mucho más, sin olvidar que daba lo mejor de sí mismo.
Ahora retirado en un precioso Castillo, pero con las mismas ganas de contar sus múltiples aventuras. Su mirada algo cansada y sus ojos emocionados de recordar todo el amor que ha recibido a lo largo de su vida. El amor que sus gentes le siguen ofreciendo.
En mi corazón una imborrable huella.
En el recuerdo la canción de "El capitán de un barco inglés"
En mi vida, su legado, el que deseo continuar.
El legado del emisario que siempre fue, es y será mi Capitán.
Lo que siento lo escribo sin pensar, luego, pienso en lo que he escrito para ver cómo me siento.
lunes, 26 de diciembre de 2016
El emisario
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