jueves, 15 de diciembre de 2016

El niño que no temía a la oscuridad.

Durante la etapa que viví  en Zaragoza, tuve, junto con una compañera, un parque  infantil.  Allí preparábamos actividades para los más pequeños, fiestas de cumpleaños, animaciones, cuenta-cuentos y más.  Una de las opciones más apasionantes era la de guardería por horas.  Teníamos  peques fijos casi a diario, nos encargábamos de ellos  durante la tarde así sus progenitores  se podían  dedicar a otros menesteres.  A éste grupo en concreto, yo les llamaba cariñosamente  "niños perdidos".  Pues bien, aquí conocí  a Pepe (nombre de ficción del niño en cuestión). Pepe era un niño de 6 años , inquieto,  muy bien integrado con el resto de niños, le encantaba jugar, sobre  todo a los juegos de imitación  .  Poco a poco fuimos descubriendo los grandes problemas que Pepe se encontraba  cuando llegaba a  casa.  La madre era alcohólica  y el padre ludópata.  La mayoría de los días  el chico no tenía  nada para cenar, así que él mismo se suministraba con lo que pillaba por la cocina y después  se refugiaba en su habitación. Tenía un televisor que su padre le había  instalado  para que molestase lo menos posible.  
Nos dimos cuenta  que mientras el niño  estaba con nosotras era felíz , recibía  cariño, jugaba  con otros  niños incluso encontró a una abuela, mi madre,   que muchos  días  nos visitaba y el niño se le acercaba y ella le contaba  algún  cuento mientras  se comía la merienda con ansia. 
Cuando el padre  venía  a buscarlo normalmente  aceptaba irse con él.  Pero cuando venía  la madre de ninguna manera quería  marcharse.  Se refugiaba detrás de nosotras.  Un día la madre le dijo que si se quedaba allí  le apagaríamos las luces.  Y Pepe le contestó que prefería  estar a oscuras  que no tenía  miedo.
Es muy duro escuchar  eso de un niño, te imaginas la tortura  a la que está  sometido. Pepe fue creciendo, con él  sus problemas.  Cuando terminamos en el parque  infantil,  al niño lo custodiaba  la propia  calle, donde cambió los juegos y el cariño  por las malas compañías.
Recuerdo  aún sus manos con las uñas mordidas, como le gustaban los bocadillos de jamón, como escuchaba los cuentos  de mi madre, recuerdo que todas las tardes tenía  un rato de tranquilidad  y  recuerdo  que ese niño no temía  a la oscuridad. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LLueve

  ¡Basta ya! Mi jaula de grillos me ansía, me ahoga miro a través de la ventana la fuerte lluvia salpica al cristal empañado, no veo co...