Historia de un gran muchacho
Conocí al muchacho hace unos años. Yo necesitaba una persona para trabajar en el albergue y alguien lo puso en mi camino. No tenía experiencia, era muy joven pero ví en él sinceridad, muchas ganas de aprender y de trabajar. Así que con esa actitud decidí contratarlo. El chico había vivido los últimos años en un centro de menores. Cariño familiar muy poco, el cariño recibido había sido de los tutores y compañeros. Por su parte buscaba independencia, poder vivir él sólo. Poco a poco se fue haciendo un hueco aquí entre nosotros. Su escasa lucidez para desarrollar algunas actividades compensaba el gran amor y el cariño que ponía en todo, incluso con el trato a las personas. Todos lo querían, se hizo querer, no importaba su profesionalidad importaba todo lo que era capaz de transmitir a las personas. Algunas de ellas solitarias y faltas de cariño igual que él. Poco tiempo después, empezó a padecer ataques epilépticos. Era la primera vez que le pasaba, durante sus crisis aprendí a atenderlo, incluso aprendí a detectarlo antes de que le diesen. Algunos sustos nos dió, ya que en esos horribles ataques, sufrió alguna caída con heridas considerables. Su crecimiento siguió. Poco a poco aprendió el oficio. Poco a poco aprendí yo de él de su dura infancia, de su dura adolescencia, de sus ganas de vivir y el deseo de superación.
Encontró al amor de su vida y se marchó. Gran satisfacción por mi parte. Recuerdo con cariño su paso por el albergue. Cuatro años y una gran oportunidad. Una persona que dejó una bonita huella.
Encontró al amor de su vida y se marchó. Gran satisfacción por mi parte. Recuerdo con cariño su paso por el albergue. Cuatro años y una gran oportunidad. Una persona que dejó una bonita huella.
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